«Yo lo único que pido es que las críticas me las hagan en la cara, porque así crecemos todos», decía Francisco a raíz de los ataques furibundos que lanzaron durante todo su pontificado los exponentes del ala más conservadora de la Iglesia, que veía horrorizada y expresaba sin tapujos los cambios que proponía el pontífice argentino.
Aunque algunos expertos consideran que los papas siempre han tenido opositores, el pontificado de Francisco, quizá por haberse desarrollado en una época tan mediática o por su impronta reformista en la Iglesia, ha soliviantado como nunca y con tonos nunca vistos a los conservadores de la Curia romana.
Han sido muchos los ejemplos de esta oposición clara a Francisco, pero el más evidente fue la carta pública que cuatro cardenales escribieron a Francisco expresándole sus «dubia» (dudas) sobre algunos de sus escritos y exigiendo una respuesta, que nunca llegó.
Se trataba de los cardenales Raymond Burke, Walter Brandmueller, Carlo Caffarra y Joachim Meisner, que en septiembre de 2016 escribieron al pontífice argentino para solicitar una aclaración sobre las presuntas «herejías» contenidas en su exhortación apostólica sobre la familia, Amoris Laetitia.
En ese documento, publicado en abril de 2016, el papa entre otras cosas abrió la posibilidad de que, a discreción de los propios sacerdotes, las personas divorciadas vueltas a casar pudieran volver a comulgar.
Se trató de una petición y una acusación pública a un papa que no tenía precedentes conocidos en la Historia de la Iglesia.
La última puñalada llegó al conocerse un anónimo memorando que circuló entre los sectores de oposición al papa escrito por el cardenal australiano George Pell y que calificaba el pontificado de «catastrófico».
La oposición a Bergoglio, que circulaba en numerosos blogs y páginas web de conservadores católicos, casi siempre amparados por pseudónimos, fue capitaneada por el exnuncio en EE.UU. Carlo Maria Viganò, que en agosto de 2018 escribió una carta abierta en la que solicitó la dimisión del papa por supuestamente encubrir los abusos cometidos presuntamente por el caso del cardenal estadounidense Theodore McCarrick.
Fue en Estados Unidos donde este enfrentamiento se hizo aún más visible. Nicolas Senéze, del diario católico francés Le Croix, escribió en su libro «Cómo Estados Unidos quiere cambiar al papa» que la hostilidad en algunos sectores estadounidenses comenzó tras la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, por sus críticas al libre mercado y al sistema económico imperante, y continuó con los llamamientos a los gobiernos a rebajar las emisiones de CO2 y detener el consumo de hidrocarburos.
El exprefecto de la Doctrina de la Fe y cardenal alemán Gerhard Ludwig Müller publicó en enero de 2022 en Italia el libro entrevista «En buena fe», en el que criticaba públicamente a Francisco y al «círculo» que le rodeaba poniendo en duda las capacidades teológicas.
La oposición se vio claramente durante la convivencia de casi 10 años con el papa emérito Benedicto XVI, pues por el Monasterio Mater Ecclesiae pasaban los opositores de Bergoglio alimentando una división entre los dos pontífices que para muchos nunca existió.
Un ejemplo fue el exprefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y cardenal Robert Sarah, uno de los más críticos con Francisco y que publicó un libro que anunció escrito junto a Benedicto XVI en el que se defendía el celibato.
Fue considerado por algunos como una injerencia hacia el papa Francisco, que debía tomar una decisión sobre la propuesta de ordenar a hombres casados surgida en el Sínodo sobre la Amazonía, celebrado en octubre de 2019. Y ante el revuelo que levantó, Sarah tuvo que eliminar la firma de Benedicto XVI del volumen.
Otro elemento de ruptura con los conservadores fueron las restricciones a la posibilidad de celebrar misas en latín, uno de los emblemas de los sectores conservadores de la Iglesia.
De hecho, a los pocos días de la muerte de Benedicto, su histórico secretario personal, Georg Gänswein, dijo que el papa emérito había leído el «motu proprio» ‘Traditionis Custodes’ del papa «con dolor en el corazón».
Aunque las críticas también procedieron de los más liberales, que esperaban que Francisco acabase con el celibato de los sacerdotes o aprobase la ordenación de mujeres, algo que el pontífice argentino nunca aceptó.
EFE / Cristina Cabrejas