El próximo 7 de noviembre los nicaragüenses, según el calendario oficial, deben acudir a las urnas para elegir al nuevo presidente y a los diputados de la Asamblea Nacional. Sin embargo, el panorama electoral es sombrío. Los pocos partidos de oposición que existían fueron ilegalizados, los principales precandidatos opositores fueron detenidos y ni siquiera se conocen las listas de diputados a elegir.
Por Fabián Medina Sánchez / INFOBAE
Sin mayores expectativas, se inscribieron seis fuerzas políticas, entre partidos y alianzas, para participar en la contienda electoral. El gobernante Frente Sandinista tiene “la sartén por el mango”. Controla totalmente el tribunal electoral, eliminó la competencia opositora, y solamente participan partidos sobre los que ha mantenido una clara influencia durante los últimos años.
La campaña electoral tampoco ha arrancado. Según la Ley Electoral, la campaña debió comenzar el pasado 21 de agosto, 70 días antes de las votaciones, pero el Consejo Supremo Electoral movió la fecha para el 25 de septiembre, aduciendo razones sanitarias por la pandemia del Covid-19.
La oposición, que llegó a apostar a la vía electoral, en algunos casos, “con las condiciones que existieran” se quedó sin opciones en el corto plazo y luce ausente. Desde mayo pasado hasta la fecha, el régimen de Daniel Ortega ha ilegalizado a tres partidos opositores: Partido de Restauración Democrática (PRD), que emergía como la posible casilla electoral de la opositora Coalición Nacional; Ciudadanos por la Libertad (CxL), el principal partido opositor y casilla de Alianza Cívica; y el antiguo Partico Conservador (PC).
En estos últimos tres meses, también han sido encarcelados una treintena de los principales líderes opositores, entre ellos siete que habían manifestado su intención de competir contra Daniel Ortega en las elecciones de noviembre.
“Nosotros vamos a seguir luchando, porque es la gente la que hace oposición, no son casillas, no son líderes siquiera, quienes hacen oposición ¡es la gente unida! y a eso es a lo apostamos en Ciudadanos por la Libertad”, escribió en Twitter la presidente de Ciudadanos por la Libertad, Kitty Monterrey, poco después de salir por puntos ciegos hacia Costa Rica luego que el régimen ilegalizara a su partido y le quitara a ella la nacionalidad nicaragüense.
Sin opciones electorales, la oposición nicaragüense debate qué hará el día de las votaciones para prepararse en el escenario post electoral. Unos grupos proponen que la población inconforme vaya a las urnas y vote “nulo” como una forma de protesta, y otros, en cambio, recomiendan que la población se quede en casa y deje al Frente Sandinista y sus aliados votando solos. Que la abstención hable de la inconformidad y le quite legitimidad a las elecciones, dicen.
La exguerrillera y líder del movimiento opositor denominado Articulación de Movimientos Sociales (AMS), Mónica Baltodano, considera que parte del problema se deriva de que “la oposición sufre de algunos males heredados de la cultura política: sectarismo, hegemonismo, y hasta el caudillismo. Si no se superan estas debilidades, el camino para sacar a Ortega del poder será más largo y doloroso”.
“Ahorita la oposición tiene dos retos: acabar con la dispersión sin este liderazgo que descabezó Ortega, o sea con un liderazgo de segunda línea, y el otro reto es entender que la lucha ya no es electoral”, dice por su parte el analista político Eliseo Núñez quien asegura que la oposición nicaragüense, aunque lo parezca, no está muerta.
“Hay oposición organizada, pero en segmentos. La lucha ahorita es juntar esos segmentos. Hay varios segmentos que están ahí. Unos sin liderazgos, otros adversándose entre sí. La mayoría quedó con poca capacidad de movilidad por la represión, pero sí hay estructuras que están sembradas, de varios tipos: política, de sociedad civil, e, incluso, gremiales”.
Para Núñez, la última ofensiva de Ortega golpeó fuertemente a la oposición porque la tomó dispersa, con muchas diferencias entre sí. “Lo que hace es descabezar a todos los que podían acabar con esta controversia y esta dispersión. Básicamente, lo que estaba haciendo la oposición antes de que encarcelaran a los líderes, era buscar puntos en común, a última hora y con una probabilidad relativamente baja de éxito, pero aun así representaba un riesgo para Ortega. Él pega el golpe y no da la oportunidad”.