América Latina triplicó su inseguridad alimentaria severa en 2020 respecto al año anterior. Afectó a 10 millones de personas, situación que eleva las alertas sobre la falta de redes de protección social en la región para paliar el impacto del covid-19.
Vía EFE
Así lo advirtió este martes la ONG Acción contra el Hambre, para quien “sin redes de protección sólidas en forma de subsidios, la enfermedad supone una condena al hambre para quienes vivían al día en la economía informal, han perdido su empleo o encuentran alimentos cada vez más caros en los mercados”.
De acuerdo con el informe de la ONG que se presentó en una conferencia virtual, América Latina registró el año pasado el mayor aumento relativo de inseguridad alimentaria del mundo, un escenario que evidencia que la falta de redes de protección está “tendiendo puentes directos entre la covid-19 y el hambre”.
En concreto, la pandemia creó 45 millones de nuevos pobres en la región, que concentra casi una tercera parte de contagios en el mundo pese a tener menos del 10% de la población mundial, y llevó a 10 millones de personas a situación de inseguridad alimentaria severa, casi triplicando la cifra de 2019 cuando, según Naciones Unidas, eran 3,4 millones.
En Centroamérica
La encuesta realizada por la ONG a 3.700 familias de las comunidades rurales del Corredor Seco Centroamericano, el área que se expande desde Nicaragua hasta Guatemala, reveló que al menos 3,9 millones de personas están teniendo dificultades para alimentarse de acuerdo a los estándares mínimos de cantidad y calidad, pues sólo una de cada diez familias encuestadas reportó contar con una seguridad alimentaria adecuada.
Además, el estudio constató un aumento de los ingresos destinados a la compra de alimentos, llegando a representar el 80 % del presupuesto familiar.
“Más del 70 % de las familias se ven obligadas a adoptar estrategias de supervivencia como la venta de algunas de sus posesiones, la solicitud de préstamos y a veces hasta a sacar los hijos de la escuela”, detalló Miguel Ángel García, director en Centroamérica de Acción contra el Hambre.
Los prejuicios socioeconómicos derivados de la pandemia se suman a la pérdida de cosechas provocada por los huracanes Eta e Iota que golpearon amplias zonas de Nicaragua, Guatemala y Honduras en noviembre.
Con todo, García señaló la necesidad de mejorar los programas de apoyo, que “son el elemento clave que en circunstancias como esta pueden impedir que millones de personas caigan en la miseria”.
Pero la cobertura de las “incipientes redes de protección social” en Centroamérica aún es “muy dispar”, pues García concretó que mientras el 50% de las familias salvadoreñas encuestadas contaron con algún tipo de ayuda por parte del Estado, el porcentaje en Guatemala cayó al 30% y en Honduras, al 14 %.
Perú y las ollas comunes
En Perú, Acción contra el Hambre identificó que el 80% de los encuestados habían perdido sus empleos o reducido sus ingresos un promedio del 33%.
De acuerdo con América Arias, directora de la ONG en Perú, el país andino es “uno de los más afectados socialmente” por la pandemia porque “nunca llegó a salir de la primera ola” de contagios y, antes de la llegada de la covid-19, ya contaba con un 20% de su población pobre o muy pobre.
Ahora, tres cuartas partes de la población se encuentra en situación de inseguridad alimentaria, una realidad que afecta “especialmente a familias venezolanas” y que implica buscar alternativas como “reducir los recursos destinados a la educación, a la salud y recurrir a las ollas comunes”.
Esas cocinas comunitarias y autogestionadas en su mayoría por mujeres resurgieron de forma improvisada como una suerte de expresión vecinal de emergencia en las zonas más vulnerables del Perú ante la falta de alimentos, trabajo y dinero.
Según Arias, sólo Lima Metropolitana pasó de tener registradas 337 ollas comunes a más de 1.300.
“Las ollas dependen de las donaciones, que se han visto reducidas” en los últimos meses, lamentó la directora de Acción Contra el Hambre en Perú, quien también destacó la “preocupante reducción de hierro en la dieta, algo fundamental para combatir la anemia”.
Colombia en hacinamiento
La encuesta realizada en 34.000 hogares de Colombia desveló que el 80% de las familias, en su mayoría venezolanas, no cubrían todas sus necesidades básicas de alimentación y vivienda y el 20% no tenían una fuente de ingresos estable.
Además, según explicó el director de Acción contra el Hambre en Colombia, John Orlando, más del 58 % de los encuestados “declaró vivir en condiciones de hacinamiento: 2,5 personas viven por habitación y en el 13% de los casos se identificó hasta cinco personas por dormitorio”.
Orlando reivindicó la entrega de asistencia humanitaria en dinero como una de las soluciones más efectivas ante esta situación al ser una “alternativa digna que le da la opción de elegir a las familias sobre sus necesidades urgentes”.
“También permiten que las personas más vulnerables se vinculen formalmente a la economía local” y “la asistencia humanitaria es recirculada y fortalece la economía de las comunidades en donde viven estas familias”, insistió.