En Venezuela, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) enfrenta una paradoja trágica: sus miembros, obligados a sostener al régimen y a mostrar lealtad incuestionable a Nicolás Maduro, sobreviven con sueldos que apenas alcanzan para alimentar a sus familias. En todos los niveles y rangos, los ingresos mensuales están muy por debajo del costo de la vida. Luego de una investigación con ciertas dificultades ya que los miembros de las FFAA temen ser identificados , nos encontramos con unas cifras alarmantes que afectan a la familia militar.
Ingresos que no alcanzan
Los salarios de los militares están compuestos por un sueldo base y dos bonificaciones: el “bono de guerra económica” y el “bono de corresponsabilidad y formación”. Aun con estos suplementos, el ingreso mensual sigue siendo insuficiente. Estos son algunos ejemplos de tres rangos, expresados en bolívares y su equivalencia en dólares, calculada a una tasa de cambio de Bs. 133,34 por dólar, referida al mercado paralelo:
Coronel
Sueldo base: Bs. 3.760
Bono de guerra: Bs. 11.280
Bono de corresponsabilidad: Bs. 27.260
Total: Bs. 42.300 \$317
Teniente
Sueldo base: Bs. 2.350
Bono de guerra: Bs. 10.810
Bono de corresponsabilidad: Bs. 26.320
Total: Bs. 39.480 \$296
Sargento
Sueldo base: Bs. 1.740
Bono de guerra: Bs. 9.744
Bono de corresponsabilidad: Bs. 23.316
Total: Bs. 34.800 \$261
Aunque los pagos se realizan con regularidad, el ingreso sigue siendo insuficiente frente al costo de vida. La inflación erosiona rápidamente el poder adquisitivo, y los montos recibidos no permiten cubrir siquiera una parte significativa de la canasta básica o de los gastos esenciales de salud y transporte.
Salud en ruinas
El drama salarial se agrava por el colapso del sistema de salud asociado a las fuerzas armadas. La aseguradora y sus cartas avales, que deberían cubrir los servicios de Hospitalización, Cirugía y Maternidad (HCM) para los funcionarios y sus familiares, ya no son aceptadas en la mayoría de las clínicas privadas del país. Las deudas acumuladas y la falta de convenios han dejado a miles de militares sin atención médica digna. Si un funcionario necesita una intervención especial, debe recurrir al IPSFA y esperar a que su solicitud sea evaluada y aprobada.
Al mismo tiempo, los hospitales militares están comenzando a ser insuficientes, muchos médicos han abandonado el país o han optado por el ejercicio privado, y los pocos que permanecen deben improvisar soluciones ante la escasez. El resultado: familiares de militares sin acceso a tratamientos, sin diagnósticos y, en muchos casos, sin esperanza.
Una institución en contradicción
Mientras los miembros de la FANB sufren miseria, hambre y abandono, los jerarcas del poder —tanto civiles como militares— acceden a clínicas de lujo, asignaciones especiales, vehículos oficiales y escoltas. Algunos alquilan pisos enteros en clínicas reconocidas para atender a sus familiares, con fondos provenientes del mismo Estado que niega lo básico a sus soldados.
La paradoja es dolorosa: quienes sostienen con armas el poder de una minoría son tratados como desechables por esa misma élite.
Rehenes del poder
Hoy, los militares venezolanos son rehenes de un sistema que los humilla. Son acosados por organismos de inteligencia que reportan directamente al Ejecutivo, son utilizados para montar el Plan República, simular respaldo popular o reforzar la propaganda oficial. Todo mientras sus hijos comen una sola vez al día y sus esposas no pueden costear los medicamentos en las farmacias.
El régimen ha intensificado la presión sobre los cuarteles. La historia, sin embargo, está en juego. Y cada militar deberá decidir de qué lado quiere quedar: del lado de quienes saquearon la nación o del lado de quienes aún luchan por rescatarla.