Las mascarillas se incorporaron a la vida cotidiana de los seres humanos por la pandemia. Son una herramienta efectiva para sumar a la prevención contra el coronavirus. Algunas ciudades habían dejado de establecerlos como obligatorios, pero ahora con el repunte de casos de COVID-19 vuelven a exigirlos, como ocurrió en Nueva York para su uso en espacios públicos.
Vía INFOBAE
Pero al desecharlos, se convierten en residuos. Científicos hicieron el mayor estudio sobre el problema del descarte de los barbijos en 11 países: Francia, Alemania, Bélgica, Holanda, España, Reino Unido, Suecia, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Encontraron que los residuos de mascarillas o barbijos aumentaron un 9.000% entre marzo y octubre de 2020.
El estudio demuestra una relación directa entre la legislación nacional y la aparición de residuos que incluyen mascarillas y otros equipos de protección personal relacionados con el COVID-19. Tras los resultados, los investigadores de la Universidad de Portsmouth de Inglaterra que participaron en el estudio instaron a los gobiernos a establecer políticas y legislación para la eliminación de las mascarillas desechadas después de hacer obligatorio su uso.
Los resultados de la evaluación de los 11 países fueron publicados en la revista Nature Sustainability. Utilizaron dos bases de datos de código abierto: el extenso “COVID-19 Government Response Tracker” y una aplicación de recogida de basura llamada “Litterati”. Se recogieron más de dos millones de piezas de basura en los 11 países, que contaban con una serie de respuestas políticas de COVID-19.
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El profesor Steve Fletcher, director de Revolución de Plásticos en la Universidad de Portsmouth, dijo: “A pesar de que a millones de personas se les dijo que usaran mascarillas, se les dio poca orientación sobre cómo deshacerse de ellas o reciclarlas de forma segura. Sin unas mejores prácticas de eliminación, se avecina un desastre ambiental”.
La mayoría de las mascarillas se fabrican con materiales plásticos de larga duración, y si se desechan pueden persistir en el medio ambiente durante décadas o cientos de años. Esto significa que pueden tener una serie de impactos sobre el medio ambiente y las personas, advirtió Fletcher.
A medio plazo, en el caso de los animales grandes, pueden enredarse y asfixiarse. En los lugares donde caen como basura pueden asfixiar a los organismos más pequeños y a la vida vegetal.
A largo plazo, una vez en el ambiente, los objetos tirados pueden también convertirse en una vía de transmisión de otros contaminantes. Si están hechos de plástico, acaban convirtiéndose en microplásticos y tienen el potencial de entrar en la cadena alimentaria.