Procedente de la devastada Mosul, donde pudo ver la destrucción causada por los yihadistas y los meses de combates, el papa Francisco llegó para el rezo del ángelus a la catedral de la Inmaculada de Qaraqosh, a la que los cristianos llaman en arameo Bajdida, totalmente reconstruida tras ser quemada por los yihadistas.
Vía INFOBAE
Cantos y niños con flores en las manos acompañaron la llegada de Francisco a esta imponente catedral, que fue quemada y completamente destruida por el EI y cuya reconstrucción concluyó hace pocos meses.
“Nuestro encuentro demuestra que el terrorismo y la muerte nunca tienen la última palabra. La última palabra pertenece a Dios y a su Hijo, vencedor del pecado y de la muerte”, dijo a los fieles. “Ahora es el momento de reconstruir y volver a empezar, encomendándose a la gracia de Dios, que guía el destino de cada hombre y de todos los pueblos. ¡No estáis solos! Toda la Iglesia está con ustedes, por medio de la oración y la caridad concreta”, afirmó.
Los animó “a no olvidar quiénes son y de dónde vienen, a custodiar los vínculos que los mantienen unidos y a custodiar sus raíces” y aunque “la fe puede vacilar, cuando parece que Dios no ve y no actúa”, como en los días más oscuros de la guerra, y también en estos días de crisis sanitaria global y de gran inseguridad, “en estos momentos, acuérdense de que Jesús está a su lado”.
Perdón y lucha
Pero, además, Francisco les pidió tener “la capacidad de perdón y al mismo tiempo la valentía para luchar”. “El perdón es necesario para permanecer en el amor, para permanecer cristianos. El camino hacia una recuperación total podría ser todavía largo pero les pido, por favor, que no se desanimen”.
Francisco escuchó los escalofriantes testimonios de aquellos días de 2014, cuando más de 150.000 cristianos escaparon de los terroristas con lo poco que pudieron.
“La mañana del 6 de agosto, Bajdida se despertó con el ruido de los bombardeos. Todos sabíamos que ISIS estaba llegando porque tres semanas antes había invadido algunas ciudades y pueblos yazidíes. Por eso dejamos nuestras casas, pero volvimos tres días después”, contó Doha Sabah Abdallah, de 38 años.
Pero aquella mañana “oímos un estruendo enorme, un golpe de mortero que nos obligó a salir de nuestras casas. Las voces de los niños jugando fuera callaron y se sintieron los gritos de los adultos”.
Doha perdió en ese ataque a su hijo pequeño, otro niño y su vecina, una joven que se iba a casar en breve. “El martirio de estos tres ángeles fue un clara advertencia. Nos teníamos que ir, si no hubiera sido por estas muertes nos habríamos quedado y habríamos caído en las manos de ISIS”.
“Sus muertes nos salvaron la vida, aunque sea duro de aceptar” dijo esta mujer ante el Papa.